Cobijado dentro de la cueva que me da asilo en invierno, siento como apagados disparos de escopeta.Con cautela me acerco al exterior y,en efecto, son tiros lo que suenan y resuenan, después, a través de los ecos que las montañas repiten.
No puedo negar que me asusto. Conozco la indolencia humana y sé que si me localizan, ni San Pedro bendito me libra de recibir un par de tiros de quienes persiguen enconadamente a mis congéneres, raposos, jabalíes, corzos, aves y todo lo que, por lo general, se ponga a tiro. Y yo, busgoso al fin y al cabo, vestido con pieles y de figura deforme,mal hecho o contrahecho,encorvado,más parecido a un oso que una persona, sé que de verme alguno de los cazadores que pululan por estos altos valles del Nalón, la existencia acabaría en un instante.
Así que vuelvo al interior de la cueva, a acurrucarme entre la hojarasca que calienta mis huesos y mis carnes, que ya no sienten ni padecen, esperando que nunca encuentren esta cueva, bien camuflada bajo un gordo matorral, detrás de unos peñones desprendidos del monte y en medio de un castañedo donde por cierto, este año hubo muchas castañas, de las cuales hice buen acopio para tener con qué alimentarme este invierno, que por lo que parece va a ser de órdago.
Y mientras esto cuento, --¡Pim!, ¡Pam!, ¡Pum!--se oyen los disparos de las escopetas de los cazadores, bien acompañados por los ladridos de la jauría que se traen con ellos y que no dejan nada tranquilo. Si si fijan ustedes, ni en paz está el búho que anida en aquella castañal y que el pobre, como los demás congéneres, está con el alma en vilo. Ya ni en estos bosques ninguna está tranquilo, ninguno.¿Cómo lo voy a estar yo en esta cueva, que amenaza hundirse?
No puedo negar que me asusto. Conozco la indolencia humana y sé que si me localizan, ni San Pedro bendito me libra de recibir un par de tiros de quienes persiguen enconadamente a mis congéneres, raposos, jabalíes, corzos, aves y todo lo que, por lo general, se ponga a tiro. Y yo, busgoso al fin y al cabo, vestido con pieles y de figura deforme,mal hecho o contrahecho,encorvado,más parecido a un oso que una persona, sé que de verme alguno de los cazadores que pululan por estos altos valles del Nalón, la existencia acabaría en un instante.
Bosques secos,sin hoja y sin vida
La vida es la nuestra,,la de los busgosos.
La vida es la nuestra,,la de los busgosos.
Así que vuelvo al interior de la cueva, a acurrucarme entre la hojarasca que calienta mis huesos y mis carnes, que ya no sienten ni padecen, esperando que nunca encuentren esta cueva, bien camuflada bajo un gordo matorral, detrás de unos peñones desprendidos del monte y en medio de un castañedo donde por cierto, este año hubo muchas castañas, de las cuales hice buen acopio para tener con qué alimentarme este invierno, que por lo que parece va a ser de órdago.
Y mientras esto cuento, --¡Pim!, ¡Pam!, ¡Pum!--se oyen los disparos de las escopetas de los cazadores, bien acompañados por los ladridos de la jauría que se traen con ellos y que no dejan nada tranquilo. Si si fijan ustedes, ni en paz está el búho que anida en aquella castañal y que el pobre, como los demás congéneres, está con el alma en vilo. Ya ni en estos bosques ninguna está tranquilo, ninguno.¿Cómo lo voy a estar yo en esta cueva, que amenaza hundirse?
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