miércoles, 24 de septiembre de 2008

DE PESCA


Nos llega esta imagen a la cueva en que habitamos. En la secuencia conocemos a un viejo amigo, Graciano Antuña Barbón, el que hace ya muchos años que se nos fue de este mundo. Era campechano, pescador sin prisa, afable y, a veces, de temperamento justificado. Iba de pesca.El día en que fue captado así, fue el 17 de marzo de 1986.Y el lugar, en la llamada calle Los Palomares, en la zona de Fontoria, Pola de Laviana,hoy totalmente desfigurado por mor de la especulación llevada a cabo por vía de una construcción que ha enriquecido a unos, a los promotores y constructores y empobrecido a otros, endeudándolos para largos años.

Graciano Antuña, pescador de aguas limpias y no de río revuelto, nos contó entonces que no había nada que pescar; que "los furtivos, con lejías y corrientes eléctricas, acabaron con todo". Eso sí, los amigos del río y de la pesca, repoblaron el caudal, depositando miles de alevines de trucha arco iris en las márgenes del Nalón, padre de los ríos asturianos, que si bien es verdad que ilusionaban de principio a los pescadores veteranos e históricos, no es menos cierto que, perdían tal ilusión en cuanto que los dueños de los pantanos de Tanes y Rioseco abrían las compuertas para aligerar las retenciones, lo que hacía que las crecidas que se producían arrastrasen aquellas repoblaciones piscícolas; con lo cual el buen propósito de repoblar el río resultaba baldío.

Graciano Antuña, fue minero, igual que Luis García, (Corvera) e igual que Graciano Moro, que además, eran sabios en el conocimiento del río, de las horas en que las pescas "se podían dar", y con qué clase de cebo. Otro pescador que acudía al Nalón desde Gijón era Ferrao, que fue además entrenador del Real Titánico muchas veces. Creo que se llamaba Amasvindo Ferrao. Era además de buen pescador, buena persona. Eso sí, se decía que empleaba cebo traído de la marina que le daba muy buenos resultados en las aguas dulces del Nalón, que entonces, para la pesca, se limitaban de Laviana a arriba, ya que, de Laviana abajo, como manifestó el poeta, el Nalón viste de luto, porque las minas con sus escombreras tenían y envenenaban el cauce y el caudal.

Desde nuestra cueva, en que moramos hace ya muchos siglos, recordamos al buen amigo Graciano.E incluso a Toroces, pescador de brocha gorda, o sea, a mano, metiéndose en el agua y cogiendo a puñados las truchas de debajo de las piedras, pero sin envenenar el río,donde, como se hizo una vez en el de Tiraña, por denunciarlo en un periódico de Oviedo, la Guardia Civil recriminó al corresponsal, advirtiéndole que antes de dar la noticia al periódico, había que comunicarles a ellos, al benemérito cuerpo, el hecho, porque si no, los superiores podían pensar que no mantenían diligente vigilancia. Este hecho me lo contó el corresponsal en cuestión, al que la Guardia Civil le advirtió que podía costarle caro dar noticias falsas.Que no fueron falsas, claro que no; lo confirmaron los pescadores ribereños y, sobre todo, la existencia de truchas muertas, panza arriba, como evidencia de lo ocurrido.

O sea, que, en esto de la pesca, como en otras cosas, hay aguas revueltas.



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